Autor: Dr. Fernando Sacoto A.
En efecto, la Organización Mundial de la Salud señala que “… puede ser cualquier instrumento, aparato, implemento, máquina, aparato, implante, reactivo para uso in vitro, software, material u otro artículo similar o relacionado, destinado por el fabricante para ser utilizado, solo o en combinación, para un propósito médico”. (WHO,2017). Así, desde un elemental vendaje, hasta un kit diagnóstico de VIH o Covid-19, una cadera artificial, un by pass cardiaco o una aplicación digital, las innovaciones en este campo no se detienen, en especial en las últimas décadas, de mano de los impresionantes avances de las Tecnologías de Información y Comunicación TIC´s, aplicadas a la salud. Lo confirma la estimación de OMS, de 2 millones de diferentes tipos de dispositivos médicos, incluidos en más de 7.000 grupos genéricos existentes en el mercado mundial (WHO, 2017). Tan abundante oferta -en principio plausible- puede sin embargo constituirse en riesgo, más que en beneficio, si las instituciones de salud no adoptan una cultura de evaluación económica de su utilidad, valorando evidencias sólidas de su capacidad para incidir sobre problemas de salud, junto con imprescindibles análisis de costos e impacto financiero, en un entorno sanitario con necesidades ilimitadas, pero recursos finitos. Un permanente ejercicio de priorización guiado por tales principios, y por la irrestricta preeminencia del interés general, asegurará transparencia de procedimientos y su adecuado aprovechamiento.
El “uso racional” de dispositivos médicos, al igual que medicamentos (OPS,2016), por tanto, es una necesidad, que requiere una robusta arquitectura de sistemas nacionales de salud, con apropiadas regulaciones centradas en las personas, dirigidas a empresas y organizaciones encargadas de la generación de recursos, así como a instituciones responsables de la provisión de servicios. Calidad y seguridad constituyen atributos regulatorios esenciales. Operativamente demanda también la articulación de los servicios de salud en redes de base y fortaleza primaria, en las que establecimientos ambulatorios de expedito acceso, aseguren a la población una amplia capacidad resolutiva para la prevención y curación de problemas cotidianos de salud, de forma que unidades y hospitales de mayor especialización, se concentren en eventos de mayor complejidad o gravedad (Artaza, O y col. 2011). En este contexto, una variedad de dispositivos médicos seleccionados, por ejemplo, equipos de ultrasonido, electrocardiografía, kits diagnósticos de serología, desfibrilador, aplicaciones digitales para atención remota, entre muchos otros -naturalmente junto con la debida capacitación de uso, mantenimiento e interpretación- aportarían sobremanera a una mejor y más rápida atención de pacientes en un servicio primario fortalecido, que acreditaría para sí, reconocimiento y prestigio en la ciudadanía.
Al respecto, la Organización Panamericana de la Salud publicó la “Lista de dispositivos médicos prioritarios para el primer nivel de atención”, identificando 208 básicos: de laboratorio, imagen y cuidado odontológico, respectivamente (OPS, 2019). Adoptar una organización como la someramente descrita, facilitaría una interacción ordenada entre oferta y demanda de dispositivos médicos que contribuiría al objetivo superior de cobertura poblacional universal, con una perspectiva de progresividad, priorizando sobre quienes más lo necesiten. Construyendo un firme pilar público, se podría, además, sumar esfuerzos complementarios del sector privado, con reglas comunes de calidad y costos. El “deber ser”, lastimosamente, dista mucho de lo ocurrido históricamente en Ecuador. El tiempo avanza, pero sigue intacto el diagnóstico de un sector salud fragmentado y descoordinado, un modelo de atención preocupado más por la enfermedad, con la figura simbólica de “megahospitales”, cual engañosos sinónimos “de salud”, adquisiciones de insumos, medicamentos y dispositivos, basadas en consumos históricos y no en planificación de necesidades de una red de servicios en la práctica inexistente, sin atención primaria de salud (Sacoto,2021). Terreno propicio para la ineficiencia y corrupción que, sin generalizar, es motivo de creciente preocupación.
El auspicioso inicio del gobierno en salud, con el exitoso programa de vacunación Covid-19, debe continuar con transformaciones -como las descritas- que deben ya iniciar. Sentar las bases de procesos estructurales de cambio, con realizaciones en el inmediato plazo, para mejorar con urgencia el acceso de la población, en especial los pobres, a servicios de salud de calidad, con el concurso responsable de la industria de dispositivos médicos, entre otros, contribuirá a tal propósito. Y con ello, a la credibilidad gubernamental y a la gobernabilidad, en amenazantes circunstancias de turbulencia política.